¿Tenemos tod@s la capacidad de ver la realidad de la misma manera? ¿Detectamos de igual forma los colores? Las imágenes y la memoria están más relacionadas de lo que creemos. Considerando el tamaño tan pequeño de las capas llamadas retinas con las que recibimos la información visual, es impresionante que percibamos todo un mundo visual en tres dimensiones. Nuestros sensores visuales La retina responde a las fuentes de luz que nos rodean. ¿Pero qué es y cómo funciona la retina? La retina es una capa de tejido que se encuentra en la parte posterior del globo ocular y está formada por células fotorreceptoras, es decir, por células que reciben y procesan la luz. La retina está formada por dos tipos de células principalmente: • bastones y • conos. Los bastones se encargan de la visión periférica y son las células que nos ayudan a ver en condiciones de muy poca iluminación, porque tienen una alta sensibilidad a la luz. Los conos son las células que perciben el detalle de los objetos y también perciben el color. Estas células fotorreceptoras están agrupadas más densamente a medida que se acercan al centro de la retina, una región de 0,3 mm de diámetro llamada fóvea. La fóvea forma parte de la retina que nos ayuda a tener una visión más nítida y detallada, a obtener una visión aguda y precisa de las cosas. En palabras simples, la fóvea es la lupa que nos permite enfocar la mirada en un punto específico.Cuando fijas tu mirada en un punto, el detalle de los la demás cosas va borrando a medida que se alejan del centro del foco de tu mirada. Es decir, mientras más alejado del centro de tu mirada esté un objeto, más borroso lo verás. A esa región borrosa de tu vista se le llama vista periférica.
¿Recordamos todo lo que vemos? La vista y la memoria
A medida que vemos nuestro entorno, nuestros ojos “escanean” el mundo que nos rodea. Esto le permite a nuestro sentido de la vista dirigir la fóvea hacia un punto específico que nos interesa. Estos movimientos involuntarios de los ojos se les conoce como “movimiento sacádico ocular”, y normalmente hacemos este movimiento ocular sacádico tres veces por segundo. En un estudio de los Doctores Enrlichman y Micic (2012) sugieren que las imágenes y la memoria no siempre están directamente conectados. Su estudio propone que los humanos movemos los ojos el doble de rápido cuando estamos “buscando” en nuestra memoria a largo plazo. Las tareas que implican el tener conocimiento de significados y fluidez verbal y las tareas que nos implican recordar palabras cifradas en un nivel profundo, producen un mayor porcentaje de movimiento ocular (Enrlichman y Micic). El estudio también revela que este movimiento sacádico ocular ocurre también cuando la gente está en la oscuridad e incluso cuando tiene los ojos cerrados. Los investigadores explican que este movimiento parece no cumplir ninguna función visual. Nuestro sistema óptico “selecciona” lo que vemos El constante movimiento involuntario de los ojos implicaría que tendríamos que ver el mundo que nos rodea de forma muy inestable. La información que llega a través de nuestros ojos es suprimida durante los movimientos este parpadeo. Es decir, nuestra vista “no graba” imagenes durante el movimiento de los ojos. ¿Imaginas cómo veríamos nuestro mundo, si no hiciéramos este tipo de movimiento ocular? Estaríamos desenfocad@s todo el tiempo. Es por eso que nuestro cerebro no obtiene ninguna información cuando los ojos se están moviendo, percibimos visualmente nuestro entorno sólo durante las fijaciones de la vista, los cortos períodos de tiempo (aproximadamente 200 a 300 milisegundos) en los que el ojo se queda sin movimiento. Durante cada intervalo de fijación, tenemos que seleccionar la información visual que sea más importante para llevar a cabo la tarea que estamos haciendo. La memoria visual ayuda a construir la escena Cuando estudiamos la relación de las imágenes y la memoria, debemos considerar la memoria visual. Nuestro cerebro es incapaz de interpretar al 100% un estímulo visual desde cero, comienza a crear la imagen a partir de experiencias visuales anteriores. La selección de imágenes que realiza el cerebro le permite interpretar a información importante y descartar la irrelevante. Para determinar qué es y qué no es importante para algo que hay que realizar, los individuos requieren retener información a lo largo del tiempo. Aquí es donde entra la memoria visual. Esta memoria visual está dividida en memoria a corto plazo y memoria a largo plazo. La comunidad científica solía pensar que la memoria visual a corto plazo representaba nuestro entorno físico en detalle, uniendo información visual de cada fijación de los ojos (el momento en que los ojos no están en movimiento) para construir una imagen mental muy detallada de lo que nos rodea. Sin embargo, estudios más recientes han demostrado que los humanos normalmente no notamos cambios en el ambiente visual cuando estos cambios ocurren fuera de nuestro centro de atención visual. A esto se le conoce como ceguera del cambio. La investigación sobre las cuestiones interesantes de la vista y sus mecanismos asociados ha demostrado que los humanos construimos más bien un esquema de nuestro entorno, en vez de una imagen super detallada. Esta versión esquemática de nuestro entorno es típicamente conocida como la esencia de la escena (scene gist). ¿Estamos viendo una playa? ¿Una ciudad? Loschky et al. indican que el ojo humano necesita sólo 36 milésimas de segundo para identificar esta esencia de una escena. El cerebro necesita del aparato ocular para captar la información visual, pero también necesitamos de nuestra memoria, para interpretar lo que estamos viendo, en base a experiencias anteriores. Es fácil maravillarse por esos mecanismos que hacen que la naturaleza del cuerpo humano supere por mucho a la tecnología. La memoria visual y la atención trabajan de la mano para permitir una transición fluida de una fuente de información a otra. Es así como estos procesos físicos en nuestro cuerpo le permiten a nuestro cerebro crear una percepción coherente del mundo que nos rodea. Fuente www.neuromarketing.la
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¿Ya viste la imagen de arriba? Imagínate que son objetos reales y que tu tienes que nombrarlos: uno debe llamarse BOUBA y el otro debe llamarse KIKI. ¿Qué nombre le pondrías a cada uno de ellos? Es muy seguro que de manera intuitiva suponemos que la forma en que asignamos los sonidos a los objetos, con la excepción de las onomatopeyas, es arbitraria. Tomemos la palabra 'pelota', por ejemplo, no hay nada obvio que vincule el objeto esférico real con el nombre que le hemos dado. Pero, ¿no será que hay una relación y el origen del nombre de los objetos no es no más por que si?En 2001, los eruditos de UCSD (Universidad de California-San Diego) V. Ramachandran y Edward Hubbard le realizaron a un grupo de participantes una pregunta similar a la realizada con la pelota, en la que tenían que adivinar cuál de las dos figuras era "bouba", y cuál era "kiki". El 95% de los participantes escogió el objeto de forma puntiaguda para KIKI, y el objeto de forma redondeadas para BOUBA, a pesar de que eran palabras completamente nuevas que se combinaban con dibujos que nunca habían visto antes. ¿Que ocurre? El efecto "bouba / kiki" tiene sus orígenes en un trabajo mucho más antiguo, realizado por el psicólogo alemán Wolfgang Köhler en 1929. La configuración experimental era esencialmente la misma. Köhler mostró a las personas formas similares a las anteriores, y les preguntó cuál era un "takete" y cuál era un "malumba". Ahora puede adivinar lo que dijo la mayoría de los participantes ¿no?. Este experimento ha sido verificado repetidamente en varios grupos de participantes, incluidos bebés y niños pequeños, así como en diversas comunidades que están alejadas de la cultura occidental. La evidencia sugiere que esta correspondencia particular de la forma con el sonido es universal. Hasta la fecha, las asociaciones sonido-forma se han demostrado principalmente utilizando patrones visuales arbitrarios. Por lo tanto, se sabe poco sobre las características visuales específicas que pueden estar ocultas detrás de esta correspondencia en particular. No está del todo claro por qué ocurre este fenómeno, pero Ramachandran y Hubbard han especulado que puede deberse a la naturaleza de las conexiones que existen entre las áreas sensoriales y motoras del cerebro. Por ejemplo, la forma visual del objeto, ya sea redonda o puntiaguda, está vinculada a la forma que nuestros labios crean cuando decimos la palabra correspondiente, ya sea abierta y redondeada, o estrecha y ancha. A su vez, esto está relacionado con la forma en que nuestra lengua se mueve para generar la palabra misma; kiki requiere que se haga un movimiento "agudo" de la lengua en el paladar, mientras que bouba implica un movimiento más "redondeado". En un trabajo realizado en 2003, Ramachandran y Hubbard proporcionaron evidencia de apoyo para esta teoría. En ese documento, señalan que el daño a un área del cerebro importante para el lenguaje llamada circunvolución angular, resultó en la menor probabilidad de que el objeto redondeado coincida con la palabra bouba. Evolución del lenguaje El efecto es interesante porque nos ayuda a arrojar luz sobre los potenciales orígenes evolutivos del lenguaje. El hecho de que tantas personas, incluso niños pequeños, tiendan a asignar constantemente una palabra aguda a un objeto puntiagudo, nos muestra que, al menos en algunas situaciones, la forma en que asignamos los nombres a los objetos no es aleatoria, sino que existe algún tipo de sistema natural que nos ayuda a construir esos mapas, lo que se llamaría "simbolismo del sonido". Esto significaría que los nombres pueden derivarse de la forma en que sonidos específicos se relacionan con los atributos físicos de los objetos. Es posible que tener ese tipo de sistema por sí mismo podría no ser totalmente suficiente para que el lenguaje se haya desarrollado originalmente, al menos puede haber proporcionado un elemento fundamental para el surgimiento de la comunicación verbal. Conexiones cruzadas sensoriales Partiendo de la idea de que ciertas palabras pueden provocar conexiones sensoriales cruzadas en nuestro cerebro, un equipo de la Universidad de Edimburgo (Reino Unido) decidió explorar los vínculos entre los sonidos y los gustos. Christine Cuskley, Simon Kirby y Julia Simner arrojaron gotas de solución amargas, dulces, saladas y agrias en la boca de los sujetos. Luego, les pidieron que manipularan un sintetizador de computadora para producir diferentes tipos de sonidos vocales que parecían ajustarse mejor al gusto percibido. Los sabores dulces se asociaron con los sonidos de las vocales altas, en los que la lengua se coloca más cerca del paladar y las vocales traseras, donde la lengua se coloca hacia la garganta en lugar de los labios. En pocas palabras, hasta ahora todo indica que los nombres de los objetos pueden tener una relación forma-sonido en la evolución del lenguaje. Fuente www.escounversitas.com |